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EL GOZO DE LA SALVACIÓN


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Salmos 51:10-12.

10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. 12 Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.

Hay un adagio popular que puede ser aplicado a la situación que David esta enfrentando: “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”. Fallar en mantenerse fiel al pacto, no fue un asunto solo de David, todos en algún momento de la vida hemos experimentado esta clase de separación de lo divino, causado por el pecado. Por ejemplo: a veces no apreciamos el apoyo que hemos recibido de un familiar o amigo sino hasta que se va lejos y ya no podemos contar con su apoyo. Casi nunca nos damos cuenta de lo importante que es cuidar el cuerpo, sino hasta que empezamos a sufrir de enfermedades relacionadas con los desórdenes alimenticios que llevamos. Nos cuesta valorar al pastor que tenemos hasta que viene el nuevo pastor, al que tenemos que acostumbrarnos. Tal vez menospreciamos la iglesia a la que pertenecemos hasta que nos toca emigrar a otro lugar y vemos que ya no tenemos el apoyo o compañerismo con los hermanos. ¿Pero que de la salvación que se nos otorgó? ¿Alguna vez ha sentido que ha perdido el gozo de la salvación? De seguro que nunca habríamos apreciado la salvación que hemos recibido de Dios, sin antes experimentar la tristeza por perder el gozo de esta. La salvación es un regalo de Dios que nos es otorgada por pura gracia, pero cuando pecamos, el Espíritu Santo es contristado en nosotros y la tristeza de sentirnos despojados del gozo de disfrutar la relación con Dios se apodera de nosotros.


Para recuperar este gozo, el cristiano debe ir por un proceso de tres etapas. Primero, confesar su pecado y apartarse. David había cometido un doble pecado, había conspirado con Joab para matar a su amigo y oficial de su ejército para cubrir su pecado con Betsabé, esposa de Urías 2º Sam. 11-12. David sabía lo que había hecho, pero tenía miedo de perder el respeto de su ejercito y de perder su estatus como rey de Israel. Por un año ocultό su pecado, pero esto le trajo graves problemas, incluso físicos Sal. 32. El Salmo 51 es el libro abierto del rey David en donde confiesa su pecado y pide de Dios misericordia, pero David se aparta de su pecado y asume las consecuencias imputadas por Dios con responsabilidad.

Segundo, la petición por rectitud y un carácter integro para ir a Dios. David cuando fue confrontado por Natán en su pecado, sintió que un peso de culpa cayó de sus hombros, pero David sabía que como ser humano que lucha con sus pasiones y la carne, podía volver a caer en este pecado, así que pide a Dios que le libre de él mimos y que le dé un corazón puro, digno, entregado a hacer la voluntad de Dios y libre de perversidad vv10,11. El gran temor de David era perder esa relación que por años había tenido y alimentado con Dios, “No me eches de delante de ti”, el espíritu de los Salmos anunciaban esta misma relación, el Sal. 84:10 dice: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos”, Sal. 84:10. Esta petición es soportada con la frase: “no quites tu Espíritu de mi”. David no esta a este punto interesado en seguir cuidando su reputación delante del pueblo, su preocupación ahora escala al nivel mas elevado; David ha entendido que no le ha fallado solo al pueblo, a su familia y a sus amigos; ahora David tiene algo mas grave porque preocuparse: le ha fallado a su Dios. Con esta frase, David reconoce su dependencia de Dios, y que su Dios es el único que le puede juzgar, porque ya le ha otorgado su perdón. David reconoce que sin Dios él, su reino y su familia están perdidos. El creyente nacido de nuevo sabe que solo Dios puede perdonar y cambiar al hombre pecador.

Tercero, Devuélveme el gozo de la salvación v12. David se sentía enfermo, solo y apesarado por su hipocresía, por un lado, adoraba a Dios y su pecado gritaba dentro de sí, no eres digno de presentar adoración. “VUÉLVEME” dejame alegrarme de nuevo en tu salvación. David se sentía abandonado por Dios. ¿Tenía razón David para sentirse así? Si, la Biblia dice que cuando pecamos el Espíritu Santo se contrista en los creyentes, no dice que se va, sino que se “APAGA dentro del creyente” Ef. 4:30. El apóstol Pablo termina su argumento diciendo: “con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”, v30b., este sello es un sello de propiedad y una propiedad cuando es sellada jamás pierde el sello original. Así que, el creyente esta seguro en Dios, aunque peque, el Espíritu Santo le vuelve al camino del Señor, pero el gozo de esta salvación va siendo restaurada poco a poco. Cuando David dice: “espíritu noble me sustente” v12b., se refiere al espíritu humano, es como si David dijera: no permitas que vuelva a caer en un pecado tan horrendo Señor. David estaba arrepentido y dispuesto a cambiar su actitud. Esto es lo que hace la diferencia entre un pecador arrepentido y un pecador que se deleita en el pecado. El pecador que se arrepiente es sensible a la voz de Dios por medio de la Biblia y se vuelve a Dios cuando es buscado y el Espíritu le redarguye de pecado; mientras que el pecador perdido sigue pecando y ni siquiera le interesa si ofende a Dios o no. Esta perdido en su pecado para siempre.


A veces es tan fácil caer en el acomode de una vida libertina. Muchos creen que basta con una oración de confesión de pecados para ser salvos. Es mucho mas que esto. Es cambiar de vida y dar un giro de 180 grados y ver hacía la cruz para ser salvos. El cristiano que es llevado a la cruz no peca más, y si por alguna razón lo hace, pide perdón y se aparta en señal de arrepentimiento genuino. Es fácil dar por sentado que somos salvos. Sin embargo, cuando el pecado, nuestra arrogancia o nuestra terquedad nos llevan a la senda tenebrosa del pecado; es aquí donde nos damos cuenta de que hemos perdido algo valioso; la fe, la esperanza y el gozo de la salvación. Sin embargo, y gracias a Cristo, porque Él perdona nuestro pecado y nos reconcilia con Dios, recuperar esta relación con Dios y el gozo de la salvación está a solo la distancia de doblar nuestras rodillas delante de la majestad de Dios y Él en Cristo nos perdona y nos acepta como hijos suyos. Así que, no debemos vivir en un estado de pecado para siempre.


Por: Rev. Jose J. Ramirez

Pastor General

Iglesia Reformada Vida Nueva

 
 
 

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